Durante tres días –del 4 al 6 de octubre de 1968– en la pequeña ciudad de Amalfi, cerca de Nápoles, bebieron, hablaron de todo y jugaron al fútbol. Contemplaron los acantilados que se hunden en el mar, caminaron por senderos empinados y nadaron, ya que el agua todavía estaba caliente a principios de otoño. Y estos jóvenes, cuya edad media en aquel momento rondaba los 30 años, revolucionaron la historia del arte.
Los principales artistas del siglo XX –Giovanni Anselmo, Alighiero Boetti, Luciano Fabro, Piero Gilardi, Giuseppe Penone, Emilio Prini, Mario y Marisa Merz, Michelangelo Pistoletto y Gilberto Zorio– fueron los representantes del arte povera, movimiento al que pertenece la Bolsa de El Comercio-Colección Pinault de París dedica una exposición retrospectiva hasta el 20 de enero de 2025. El arte povera, o arte pobre, como los materiales que utilizan en sus obras: madera, piedra, hilo, trozos de plástico, arpillera, etc.
Fue un guiño al espíritu de la Italia de posguerra, donde se suponía que la felicidad provenía de las fábricas de Fiat y Ferrari, y un desafío al arte pop que, a pesar de toda su ironía, celebraba el capitalismo estadounidense. Sus obras tergiversaron la idea de que una obra de arte tenía que ser preciosa, estar sobre un pedestal, inaccesible. Sus obras estaban vivas. Se podía oler las hojas muertas que Penone ponía en las salas de exposición, rozar los hilos de los bordados de Boetti y ver tu propio reflejo en los espejos de Pistoletto.
“Estaba exuberante”
Arte pobre. La fórmula había sido descubierta el año anterior por un crítico y curador italiano, el virulento Germano Celant. Expuso obras en una galería de Turín, La Bertesca. También escribió un artículo para la revista Flash Art, en el que explicaba que una generación de artistas visuales estaba inventando una nueva forma de hacer y cambiar el mundo. El mismo Celant los invitó a Amalfi. Marcello Rumma, empresario, editor y coleccionista local, le encargó montar una exposición en el antiguo arsenal, un edificio medieval adyacente al pequeño puerto.
Las obras fueron instaladas bajo el techo abovedado, la exposición bautizada “RA3” y subtitulada “arte povera + azioni povere” (arte pobre + acciones pobres). Rumma pidió al fotógrafo Bruno Manconi que capturara este momento, impregnado de la historia de la vanguardia y del espíritu de 1968 de reencantar la vida. “Era exuberante”, dijo Carolyn Christov-Bakargiev, curadora de la exposición en la Colección Bourse de Commerce-Pinault y especialista en arte povera. “Todos vinieron a presentar su trabajo con una fuerza poco común. Una verdadera bacanal.”
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