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Afortunadamente nos hemos vuelto más conscientes de la calidad de nuestras aguas, especialmente con el aumento de la contaminación o los cambios drásticos en la composición química de ríos, lagos y mares. Ahora contamos con equipos y software sofisticados para monitorear tales propiedades, pero podría resultar sorprendente que la Madre Naturaleza tenga su propia manera de detectar anomalías en el agua. Las almejas, conocidas como filtradores de la naturaleza, reaccionan inmediatamente a cambios repentinos en la calidad del agua, a veces incluso más rápido que los equipos científicos.

Inspirándose en uno de los creadores de maravillas de la naturaleza, esta instalación de arte convierte la calidad del agua de una idea incorpórea a una representación tangible. En lugar de simplemente callarse, estas esculturas cinéticas crean una melodía espeluznante, como si dieran voz al dolor y los males del agua. Crea una manifestación surrealista pero hermosa de la calidad del agua de una manera que se puede ver y escuchar más allá de las cifras y los gráficos.

Diseñador: Marco Barotti

Las almejas no son capaces de filtrar las toxinas (que convierten en perlas), por lo que se cierran inmediatamente cuando detectan contaminación en el agua. Su reacción es a veces más rápida que la de los sensores y ordenadores que todavía tienen que analizar los datos de las muestras de agua, aunque, por supuesto, no serán tan precisos ni específicos. Sin embargo, este interesante comportamiento se convirtió en la inspiración para esta escultura cinética que, en lugar de simplemente detectar la calidad del agua, traduce los datos en algo igualmente interesante.

“Clams” es una colección de objetos translúcidos parecidos a almejas que tienen parlantes en su interior. Las almejas están conectadas a un sensor que prueba la calidad del agua de la única manera que los humanos pueden hacerlo. Los cambios en la calidad del agua se traducen en sonidos que cambian con el tiempo, creando la apariencia de una música espeluznante. Las vibraciones del altavoz también hacen que la concha suba y baje, haciendo que parezca que las almejas están cantando.

Las propias conchas están hechas de plástico de desecho reciclado, lo que se suma al mensaje de sostenibilidad de las esculturas. Aunque la forma de estas almejas artificiales es bastante simple, el paisaje sonoro de otro mundo que producen es único y memorable. También crea un puente interesante entre el arte mediático, la sonificación de datos y la conciencia ambiental, traduciendo conceptos y figuras intangibles en algo que los humanos puedan apreciar y comprender mejor.