En la noche de inauguración de la segunda trienal de arte latino, el Museo del Barrio de Nueva York recibió a 650 personas en el transcurso de cuatro horas. Esta fue una participación predeciblemente alta, dado que es una de las exposiciones de arte latino contemporáneo más grandes del mundo. La primera edición se realizó en 2021, en plena pandemia.
El título de la trienal, Flow States, refleja el trabajo curatorial realizado por María Elena Ortiz, Susanna Temkin y Rodrigo Moura para ampliar el significado de lo que se considera “latino”, yendo más allá de una geografía específica.
“[This exhibit considers] Artistas latinos desde una perspectiva expansiva basada en la historia colonial imperialista”, señala Ortiz. Por eso la exposición también incluye el trabajo de artistas indígenas, como Mario Martínez, así como filipinos, como Norberto Roldán. La idea es mostrar también la complejidad de la diáspora, al incluir artistas cuya lengua materna no es el español, pero cuyas raíces son latinas (como lo demuestran sus nombres). Esta conceptualización reconecta varios caminos personales, que implican movimiento y pueden ser muy diferentes entre sí. Sin embargo, lo que tienen en común es el hecho de que, a medida que se produce la metamorfosis, los individuos quedan expuestos a la vulnerabilidad, la exclusión y la pérdida.
Durante dos años, los curadores realizaron más de 80 visitas a los estudios de artistas en todo Estados Unidos, pero también más allá de sus fronteras. El resultado es una exposición pluralista e inclusiva, que incluye el trabajo de jóvenes artistas prometedores, como Alina Pérez, Ser Serpas y Kathia St. Hilaire, todos nacidos en 1995. Su contribución es innovadora y refrescante.
Hilaire —nacida en Haití— presenta una laboriosa obra que aborda el realismo mágico con elementos de vudú, dando importancia tanto al aspecto espiritual como a lo artesanal de su país natal. Serpas construye esculturas a partir de objetos desechados, mientras que la mirada de Pérez es visceral y valiente.
Una de las obras que se puede admirar en la exposición es Romance de familia, de Pérez. Es un impactante mural hecho con carbón, que denuncia el incesto y captura la conmoción, el horror y el dolor del abuso sexual y la violación perpetrada contra niños por sus familiares. “Gran parte de quiénes somos se basa en desaprender lo que hemos absorbido”, explica el artista.
‘Marise’, de Kathia St. Hilairey.Guillaume.Ziccarelli (Guillaume Ziccarelli)
La inclusión de obras de la artista venezolana Magdalena Suárez Frimkess, nacida en Caracas en 1929, es otra parte inspiradora de la trienal. Descubrió su amor por el arte durante su infancia, que pasó en un orfanato. Frimkess ha permanecido en la sombra durante gran parte de su carrera: realizó su primera exposición individual en 2013, cuando tenía 83 años. En el Museo del Barrio se pueden ver varias de sus pequeñas esculturas de cerámica basadas en personajes de dibujos animados, como Popeye o Mickey Mouse, así como algunos dibujos.
“Esta trienal sirve como trampolín para muchas personas latinas que exponen su trabajo en un museo por primera vez, o [at least] por primera vez en la ciudad de Nueva York. Contribuyó a impulsar la carrera de los artistas que participaron en la primera edición, como Lucía Hierro, cuya obra fue adquirida por el Guggenheim tras ser vista en la exposición. O Joey Terrill, cuyo trabajo se ha expuesto en el MoMA y el Museo Whitney”, explica la cocuradora Susanna Temkin. “La trienal va acompañada de un catálogo, lo cual es extremadamente importante, porque si bien el arte latino está experimentando un período de auge y se organizan muchas exposiciones, las obras latinas generalmente no se documentan, investigan, analizan ni integran en el canon”.
La exposición, que incluye 10 encargos, va acompañada de dos proyectos de práctica social. Uno es La misma canción, del artista Mark Menjívar, de ascendencia salvadoreña, nacido en Virginia en 1980. Se basa en una comparación metafórica de los patrones migratorios de las aves con los de los humanos, como una forma de utilizar una imagen más suave para enmarcar conversaciones difíciles sobre migración. En sus talleres, invita a los participantes a crear carteles de “bienvenida” o “despedida”, mientras realizan con él un paseo de observación de aves en Central Park.
El otro proyecto está liderado por el artista salvadoreño José Campos a través de su Estudio Lenca. La iniciativa se desarrolló durante talleres realizados en México y Nueva York: se invitó a inmigrantes indocumentados a expresar su experiencia migratoria de manera artística, dando visibilidad a quienes se sienten invisibles.
“En una sociedad que opera en constante tensión con los sistemas de validación política, crear una trienal de arte implica abrir un [front] a favor de flujos y multiplicidades”, explica Patrick Charpenel, director del Museo del Barrio. “Las posibilidades se amplían y nos abrimos a un nuevo tipo de diversidad estructural”.
Una foto grupal de los artistas cuyas obras se exhiben en la trienal. Miguel McSongwe/BFA.com
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