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Siempre vuelvo, pero nunca se convierte en una rutina. El misterio de la ciudad permanece intacto para mí. Sigue siendo el hermoso lugar que me abraza con sus ríos, su historia, su gente y sus pútridos líquenes. La Matanzas que conozco es la que he descubierto a través del teatro. Antes había ido a Varadero con mis padres, cuando había incentivos para los trabajadores de vanguardia. Mis padres siguieron siendo ejemplares, pero los regalos se acabaron y estuve más de diez años sin volver a la playa azul. Si tuviera que elegir entre un hotel en Varadero y los teatros en Matanzas, prefiero este último.

Mi primer viaje con el teatro como pretexto fue en 2007, dos años después de comenzar la carrera de Estudios Teatrales. Asistimos a una Jornada de Dramaturgia Cubana organizada por La Casa de la Memoria Escénica. Fue un viaje muy importante en mi vida. El profesor Eberto llevó a todo el grupo y esa semana creamos vínculos muy fuertes entre nosotros, con el teatro y con la ciudad. Todo parecía grandioso, profundo, trascendente. Todo fue importante, desde las conferencias de los reconocidos artistas del teatro hasta tumbarse en la costa frente a Guanímar. Mis compañeros de clase, con quienes compartí ese viaje, ahora son mis amigos de toda la vida. Eberto sigue siendo mi maestro. El teatro matancero que conocí entonces, sigue siendo una de mis grandes inspiraciones.

María Laura Germán, actriz, dramaturga, directora, poeta y madre matancera. Inspiración para mí. Foto: Jorge Ricardo.

Según relatos de viejos artistas del teatro, nadie ha podido detener a los matanceros; son creadores incansables, personas entusiastas y abnegadas. Dicen que, al principio, cada uno siguió su camino. Los grupos de teatro tenían su propio elenco exclusivo y no había mucha mezcla. Cada grupo tenía una estética y un estilo diferente e incluso hay rumores de que hubo rencillas entre ellos. Cuando tenía 18 años y era nueva en el mundo del teatro, pensaba que los grupos matanceros no se llevaban bien. Hasta que un día vi a los jóvenes actores de cada grupo bailando y divirtiéndose juntos en una fiesta. Entonces un joven soñó con hacer una obra de teatro para unir a todos los jóvenes de esos otros grupos establecidos. Algo así como una fiesta, pero en serio; una trinchera generacional que permitiera a los jóvenes hacer el teatro que querían y reencontrarse en un nuevo espacio sin fronteras. Ese joven se llama Pedrito Franco. Creó un grupo llamado Teatro El Portazo en 2011 y ese deseo de unir a los jóvenes se hizo realidad.

Los estrenos de El Portazo fueron eventos teatrales y seguramente muchas personas ajenas al gremio recuerdan el CCPC, una especie de cabaret que sacudió la ciudad, ganó muchos premios y viajó por toda Cuba.

Seguramente lo que acabo de contar no fue así, los críticos de teatro tendrán una versión más científica, pero eso es lo que está en mi memoria emocional.

Creo que El Portazo cambió la realidad teatral matancera. Después, los jóvenes actores trabajan con varios grupos, para apoyarse mutuamente y defender juntos el legado de los viejos maestros.

Uno de mis mayores vínculos creativos con la ciudad es a través del CCPC, La República Luz. Un día Pedrito me escribió para pedirme que hiciera una lista con el tema “construcción”. Era la primera vez que uno de mis textos era dicho por actores en escena. Fue sorprendente haber visto nacer ese grupo cuando yo era niña y años después poder servirles desde lo que más me gusta hacer: escribir.

La actriz Betiza Bismark en 2018. Bismark hizo una actuación magistral y además dijo la “Lista de razones para construir”. Foto: Jorge Ricardo.

Lista de razones para construir

Porque construir aquí, en esta isla, es un acto de valentía, de inconformismo, la expresión más genuina del surrealismo tropical. Porque si no construyo, mi techo se caerá, mi iglú se derretirá, mi guano volará, mi material prefabricado se filtrará, mi varilla explotará, mi losa se agrietará, mi piso se hundirá, mi placa de yeso se partirá. , los ratones se colarán en mi cocina. Tenemos que construir porque hay demasiada gente dedicándose a destruir. Si soy mi propio inversionista y mi fuerza laboral y mi supervisor y mi nivel central, nadie podrá robarme ni un saco de cemento. Porque esta Casa Vieja apuntalada no puede soportar otro golpe. Porque construir está de moda: sitio web en construcción, danza en construcción, socialismo en construcción, sistema en construcción, respuestas en construcción, soluciones en construcción, aspiraciones… que no se pueden construir porque no hay suficientes materiales. Este pueblo no aguanta otro edificio derrumbado, todavía estamos recogiendo los escombros de “ese derrumbe”. Quiero construir, no quiero reparar, no quiero remendar, no quiero rectificar, quiero avanzar hacia adelante y hacia arriba, no poner un parche en cada agujero de este corazón. Porque no quiero esperar a que pase un ciclón. No creo en los milagros y mi santo me dice que no camine bajo los balcones. Por eso camino, sin miedo, por en medio de la calle, porque prefiero ir contra el tráfico que morir aplastado confiando en la Estática Milagrosa. Porque construir también es fundar, planificar, soñar, parir…y todo eso merezco hacerlo y hacerlo aquí, en mi pedacito. Porque no quiero quedarme a vivir en la casa del vecino. Porque en mi ADN, junto a la adenina, la citosina, la guanina y la timina, hay ladrillo, cemento y arena. No quiero colgar un cartón con un número de licencia, porque mi trabajo constructivo es más grande y puro. Tengo ____________ ____________, _____ años, nací en Cuba después del derrumbe de mi hogar, esa es mi licencia. Quiero levantar mis columnas, aunque no haya una oficina donde den los subsidios para construir, con mi propio esfuerzo, un nuevo país. Estreno más reciente del Teatro de Las Estaciones “Flores de Carolina y Ajonjolí”. Foto: Jorge Ricardo.

Mi segundo vínculo creativo con la ciudad tiene que ver con el Teatro de Las Estaciones. Desde estudiante he ido muchas veces a Matanzas al Taller Internacional de Títeres y a ver estrenos del grupo, que es sin duda uno de los más importantes en la historia del teatro cubano. Este año he ido cinco veces porque hemos estado haciendo un documental para rendir homenaje al 30 aniversario del grupo. El contacto con Rubén Darío y Zenén Calero, ambos Premios Nacionales de Teatro, ha hecho que me enamore aún más de Matanzas. Hoy tengo nuevas visiones de la ciudad que se suman a las que me acompañan desde hace años.

La Matanzas que llevo en el corazón es la que me hablaron los estudiosos de Milanés, la de la música de Dámaso Pérez Prado que he escuchado como bandas sonoras de producción, y la de las obras de Estorino. Esta Matanzas diversa tiene el acento de las obras de Icarón, de las imágenes del Teatro D’Sur creadas por Pedro Vera, de las coreografías de Liliam Padrón y de los libros de Ulises Rodríguez Febles, de quien soy fan desde joven. Esta ciudad a la que siempre vuelvo tiene la magia callejera de El Mirón Cubano con Pancho remando hacia su pez espada. Tiene la historia y la constancia de Papalote y René Fernández Santana, maestro de maestros, dramaturgo, diseñador y director de títeres que a sus 80 años sigue montando obras en la calle Daoiz. Tiene el empuje, el coraje y la juventud de María Laura Germán y su “Quiero”.

Mi Matanzas de teatros tiene otros rostros cercanos a los escenarios que me invitan a regresar. Pueden ser tan variados como los poemas de Laura Ruíz y José Manuel Espino, las esculturas de madera de Adán Rodríguez, los libros de Vigía o un baño en la playa del Tenis a las 6 de la tarde cualquier día del año.

Afiche del documental dedicado al 30 aniversario de Las Estaciones diseñado por el artista Mario David Cárdenas.

Mis hijos han crecido visitando esa ciudad de gente de teatro. Pero hay otra ciudad desconocida para mí que quería descubrir con ellos. Desde mi Matanzas de teatros partimos, en familia, hacia otros lados del prisma. Les regalé a mis hijos, de 4 y 13 años, unas vacaciones atípicas y sorprendentes. Sé que siempre recordarán los paseos por la Calle del Medio y los puentes del Río San Juan y la estancia en San Miguel de los Baños, El Hormiguero, Perico e Indio Hatuey. Quizás, cuando sean mayores, prefieran aquel Matanzas a un hotel en Varadero.

Mientras tanto, sigo enamorado. Y seguiré comprometido con el pueblo matancero. Con la gente de teatro que tanto me ha dado y con la gente del campo que me llenó las manos de flores, frutas y cafés mañaneros.

Mis hijos caminando por la Calle del Medio. Foto: Jorge Ricardo. isabel cristina