fbpx


Kitsch, ese concepto escurridizo en la crítica cultural, a menudo evoca imágenes de excesos llamativos y sentimentalismo barato. Sin embargo, a pesar de nuestro desdén intelectual por las obras que consideramos kitsch, muchos se sienten atraídos por el peculiar atractivo de las películas y los libros “malos”. Esta paradoja plantea preguntas intrigantes: ¿Qué define la debilidad artística? ¿Existen marcadores universales de kitsch o es simplemente un producto de fuerzas económicas y discursos culturales cambiantes?

¿Qué define las películas kitsch? Gris, rosa y kitsch

El éxito de la sensación del pop polaco Dawid Podsiadło, “Grey and Pink” (2022), ofrece un comentario irónico sobre este fenómeno:

“Amor disco polo

De la cuna a la tumba

Un tesoro nacional, súbete a la mesa.

Días de cabaret hasta que te duela la barriga

Sueños de dos tonos

En gris y rosa”.

El título de la canción, que hace referencia a los colores nacionales de Polonia, sirve como metáfora de la dicotomía cultural del país. El gris representa la realidad mundana de la vida cotidiana, mientras que el rosa simboliza los excesos llamativos del gusto popular. Las letras de Podsiadło, aunque teñidas de humor autocrítico, señalan las preferencias estéticas de muchos polacos: kitsch y exageración.

La canción de Podsiadło, aunque se burla de sí mismo en broma, captura con precisión los gustos polacos. El cantante, él mismo polaco, capta claramente lo que disfrutan muchos de sus compatriotas. Sin embargo, también da a entender que estas preferencias son kitsch y de mal gusto. La letra hace eco de nuestra convicción colectiva sobre el escaso valor de ciertos medios y obras culturales. Sin embargo, ¿cómo podemos estar seguros de qué constituye kitsch y qué se considera “alta cultura”? ¿Y por qué necesitamos tales distinciones?

¿Qué es Kitsch, películas kitsch y por qué es difícil definirlo?

Los estudiosos de la cultura contemporánea suelen argumentar que el kitsch no es tanto una categoría descriptiva sino evaluativa. Al emplearlo, señalamos ciertas características de un objeto (libro, película, performance) y al mismo tiempo emitimos un juicio negativo sobre su valor artístico. Aunque kitsch es un concepto amplio que se resiste a una definición inequívoca, se pueden identificar sus principales características. En su artículo “Kitsch – Una revisión de conceptos teóricos y una definición propuesta para fines de investigación”, Gabriela Żochowska sostiene que el kitsch se caracteriza, entre otras cosas, por:

Subordinación del objeto producido a la aprobación pública; Maximalismo de las impresiones de belleza y admiración, extremidad de los medios de expresión; Evitación de extravagancias; Mediocridad, universalidad e inmediatez del efecto producido.

Este catálogo muestra que una obra kitsch apela principalmente a nuestras emociones, no a nuestro intelecto. El objetivo principal de una obra de arte de este tipo es evocar en nosotros una sensación de experimentar la belleza o, como sostiene Maria Janion en su libro Vampiro: una biografía simbólica, la sublimidad y el horror. Żochowska sostiene que el kitsch se opone al ideal platónico de belleza, que debía permanecer en el ámbito de los ideales inalcanzables, mientras que en el caso de las obras culturales “de mal gusto”, es un fin en sí mismo. El investigador sostiene que el kitsch se caracteriza además por la seriedad y la inconsciencia (sin duda, todos conocemos películas y libros donde el patetismo y la sublimidad producen un efecto cómico involuntario).

Películas kitsch

El kitsch debe distinguirse de la ironía camp y posmoderna, que utiliza conscientemente el lenguaje de la “hortera”, a menudo para deconstruir los discursos sociales, culturales y políticos actualmente dominantes. Probablemente pocos de nosotros consideraríamos las películas de Quentin Tarantino inequívocamente kitsch. En las obras de culto del director estadounidense, como “Pulp Fiction” o “Kill Bill”, la brutalidad exagerada y los diálogos clichés señalan ironía y distancia hacia la realidad representada y la convención a la que se refiere el cineasta. Así, el lenguaje kitsch ha penetrado en la corriente cultural dominante.

Recomendamos: “Amigos, estáis en guerra”. Cómo conquistar un país sin disparar un tiro

Foto de : Midjourney

Las raíces del kitsch moderno

Haciendo referencia a la clásica monografía de Hermann Broch “Algunas observaciones sobre el kitsch y otros ensayos”, Gabriela Żochowska remonta las raíces históricas del kitsch al desarrollo de la cultura burguesa protestante en el siglo XVIII –distanciada de la moralidad y el “buen gusto” de la aristocracia libertina– y la nacimiento del Romanticismo a principios del siglo siguiente. Como escribe el investigador:

“El romanticismo exaltado, que resultó en una escalada kitsch sin precedentes, fue en esta situación un intento de reconciliar el descubrimiento por parte de la Reforma de lo absoluto en cada alma humana, y por lo tanto de la primacía del individuo, con la virtud y el ideal de la monogamia que distinguía al burguesía de la aristocracia en retroceso”.

El sentimentalismo romántico, que –contrariamente a la complejidad original de este término– asociamos más a menudo con tramas simplificadas de comedias románticas o melodramas, se ha convertido hoy en día en sinónimo de kitsch y vulgaridad. Muchos de nosotros percibimos la religiosidad exaltada o el patriotismo de manera similar, expresado en desfiles, ceremonias escolares u obras musicales que hacen referencia, por ejemplo, a la epopeya de las Legiones Polacas. Estos ejemplos muestran que el kitsch es una categoría históricamente variable. Lo que fue objeto de admiración para el público de los siglos XIX y XX a menudo nos parece ahora vulgar y exagerado. Además, este reconocimiento no sólo se aplica a la cultura popular o folk más antigua, sino también a obras que obtuvieron el reconocimiento del público profesional en el pasado (¿alguien hoy sería capaz de admirar genuinamente las “Canciones históricas” de Julian Ursyn Niemcewicz?). Sin embargo, si el kitsch es una categoría que cambia con el tiempo, ¿puede algo considerarse “objetivamente kitsch”?

Naturaleza versus Cultura… y Economía

En su artículo “¿Por qué amamos el kitsch? Teorías culturales y evolutivas”, Kamil Łuczaj yuxtapone dos estrategias para estudiar el kitsch presente en la ciencia contemporánea. Según el primero –derivado de la teoría de la evolución de Charles Darwin– nuestro gusto es un eco lejano del estilo de vida nómada de los humanos primitivos. Como escribe el investigador:

“Para permitir decisiones precisas sobre dónde mudarse, establecerse y qué actividades realizar en circunstancias específicas, la evolución desarrolló módulos cerebrales especiales que influyen en las decisiones de asentamiento a través de preferencias estéticas”.

Según la teoría de la evolución, la afición por las “vistas kitsch” (como se suele llamar a las ilustraciones o fotografías de paisajes pintorescos) es una reliquia de las experiencias de nuestros antepasados.

Las teorías culturales, derivadas –como sostiene el investigador– de la obra de Pierre Bourdieu, abordan la cuestión del kitsch de manera diferente. Según estas teorías, el gusto está determinado por factores económicos y de clase. En este sentido, nuestra valoración de las obras culturales y artísticas depende del capital cultural que recibimos a través de la educación y la crianza. Los defensores de las teorías culturales sostienen que si crecimos rodeados de los libros de Proust y nuestros padres eran profesores universitarios, existe una alta probabilidad de que en la vida adulta recurramos a la llamada alta cultura y asociemos su contraparte masiva con el kitsch y la vulgaridad.

Foto de : Midjourney

Sabor y riqueza

La división de la cultura en alta y baja está indisolublemente ligada al grosor de nuestras billeteras. Según Bourdieu, la falta de interés por el arte en los estratos sociales más bajos surge de la necesidad de satisfacer necesidades existenciales básicas. El sociólogo francés plantea que los factores económicos moldearon un tipo específico de estética popular, basada en criterios de durabilidad y universalidad, que las clases altas equiparan con kitsch y vulgaridad.

El hecho de que el supuesto elitismo del arte dependa de cuestiones financieras queda claramente indicado por las diferencias de precios entre las entradas de teatro y las suscripciones al servicio de streaming. Una representación teatral no siempre es superior a una serie ambiciosa. Sin embargo, muchos participantes culturales sostienen que sólo podemos comulgar con el “gran arte” en los teatros o las óperas. Este enfoque –coloquialmente llamado intelectual– está siendo cada vez más deconstruido hoy en día, y el kitsch se ha convertido en un elemento de nuestra vida cultural cotidiana.

Te recomendamos: Esperanza en la Vida. Cuando la esperanza se convierte en ingenuidad

Películas kitsch y placer culpable

¿Estamos siendo testigos del predominio del kitsch en la cultura contemporánea, un fenómeno en el que “el dinero malo desplaza al bueno”? Parece que todo depende de qué consideramos kitsch y qué valor le asignamos. Si bien es difícil estar de acuerdo con una situación en la que el disco polo o los pseudodocumentales reemplazan por completo a las obras de arte, despreciar la estética “folk” puede llevar a oscurecer nuestra visión de la realidad cultural. El kitsch en sí no carece de valor objetivo. La afición por las películas y series “malas” no siempre indica mal gusto por parte de los espectadores. A menudo es el resultado de un placer culpable. Ciertamente, cada uno de nosotros tiene en nuestra lista una obra “favorita” que generalmente se considera de mal gusto y que disfrutamos por varias razones. ¿No es entonces esencial una dosis razonable de kitsch terapéutico para mantener el equilibrio psicológico? Sin importar el grosor de nuestra billetera, capital cultural o afiliación de clase.

Traducción: Klaudia Tarasiewicz

Lea el texto en polaco: El encanto del kitsch. ¿Por qué necesitamos malas películas y malos libros?